Reflexiones / PARTIDOS POLÍTICOS

La Confirmación de la Alternancia y del Poder Ciudadano

La elección intermedia local de Nuevo León de 2006, puede ser calificada como la confirmación de que en nuestro Estado el ciudadano decide a qué opción política le confiere el poder, y que elección tras elección, tan posible es que se refrende el apoyo a la opción gobernante, como que se le retire y se alterne el origen partidista de los gobernantes en turno.

Esta característica del electorado neoleonés, se inicio en la elección de 1997, en la que se rompió la hegemonía que imperaba respecto a la gubernatura, y por primera ocasión el titular del ejecutivo estatal era el candidato de un partido político diverso. No es casualidad, que aquellos comicios fueron los primeros organizados por un órgano electoral autónomo conformado por ciudadanos. Es decir, aquella primera experiencia de elecciones íntegramente ciudadanas, fue la primera aventura de nuestro electorado en la alternancia, que no es sino el reflejo tangible de que la soberanía efectivamente reside en el pueblo, y éste la ejerce directamente cuando libremente elige a sus representantes.

El proceso del año 2000, confirmó la mayoría en el Congreso del mismo partido al que pertenecía el gobernador en turno. Es decir, el Poder Ejecutivo y Legislativo, como siempre había acontecido en la política neoleonesa, compartían identidad partidista. En el 2003, a la inversa de como había acontecido en 1997, los sufragios favorecieron mayoritariamente a la Coalición “Alianza Ciudadana” encabezada por el PRI y a la inmensa mayoría de sus candidatos a cargos de elección popular, incluyendo el gobernador y la mayoría legislativa.

En el 2006, como ya sabemos, no se renovó el ejecutivo estatal, únicamente los 51 Ayuntamientos y el Congreso Local. El electorado, sabiendo que los próximos tres años el gobernador sería de origen priísta, en la última mitad de su mandato, aún así, o tal vez por eso, decidió por primera vez en la historia moderna de Nuevo León repartir el poder, generar la figura del gobierno dividido, donde el Ejecutivo deviene de un instituto político, y la mayoría legislativa de otro, en este caso, el Partido Acción Nacional. Es decir, la ciudadanía decidió hacer vigente, no por convicción de los gobernantes, sino necesariamente por distingo ideológico, el equilibrio de poderes que en la mayoría de las ocasiones no había sido sino letra muerta.

Además de este contrapeso de poderes, tenemos que la mayoría de los municipios metropolitanos, incluida la capital de Estado, son gobernados como consecuencia del resultado electoral, por un partido diferente al del gobernador.

Todo lo anterior no es sino un mensaje claro de la ciudadanía a través de su voto, exigiendo a quienes ejercemos el gobierno que nos comportemos a la altura de sus necesidades o seremos sancionados en la siguiente elección; reclamando que actuemos responsablemente por iniciativa propia o nos generarán frenos a través del equilibrio de poderes.

Así de contundente es el poder del ciudadano, del pueblo soberano en una verdadera democracia, que deja claro que los excesos del poder público deben ser cosas del pasado, que la capacidad de sufragar libremente por nuestros gobernantes y que dicho voto sea respetado, es la única garantía de que los mandatarios comprendan que a quien verdaderamente se deben es a la confianza del ciudadano, y que no podemos defraudarla.

Esta elección es prueba de todo lo anterior, del claro mensaje enviado por la comunidad que, complementado con el de las elecciones de 1997, 2000 y 2003, no hace sino reafirmar que ya ningún grupo, ni ninguna persona tiene el dominio absoluto del poder. Pero aún de más trascendencia, nos demuestra el poder ciudadano en cuanto a la fuerza de las instituciones democráticas del Estado, de los órganos ciudadanos que organizan y desarrollan el proceso electoral.

No sólo nos referimos a los órganos electorales como serían la Comisión Estatal Electoral, el Tribunal Electoral del Estado o las Comisiones Municipales Electorales; esta mención se hace en lo tocante al órgano electoral ciudadano más importante, las Mesas Directivas de Casilla. Un reconocimiento al ciudadano, que el pasado 2 de julio, con generosidad, con dedicación, con entrega y con imparcialidad, se dedicó a garantizar que el voto de su conciudadano fuese libremente emitido, y posteriormente, efectivamente computado.

Ningún partido político en el pasado proceso electoral local tuvo representación en todas las Mesas Directivas de Casilla, pero las repercusiones de esta incompleta defensa partidista no fueron las de antaño, pues estas ausencias son suplidas por la imparcialidad de los ciudadanos que conforman precisamente las Mesas Directivas de Casilla. Ellos son una prueba más de que el poder reside en el pueblo, y que cada elección somos testigos de que lo anterior, durante la jornada electoral es totalmente cierto, y no un discurso demagógico.

Tenemos mucho que aprender, de este proceso se sacan conclusiones diversas respecto a la necesidad de reformas en materia de legislación electoral, respecto a la actuación de nuestros gobernantes, antes y durante el proceso, inclusive de la gestión de los órganos electorales; pero de lo que no puede existir la menor duda, es que quienes no tienen nada que aprender y de quien debemos de tomar lecciones es de los ciudadanos que cada jornada electoral deciden asumir el control de su comunidad, eligiendo la opción política que en ese momento más les convence, que a últimas fechas es más común sea una diferente a la que optaron tres años antes.

Felicidades a los neoleoneses, gracias por la confianza, esperamos estar a la altura de la ciudadanía, para recibir un premio y no una sanción en el 2009. El poder de Nuevo León es el ciudadano.

ANA CRISTINA MORCOS ELIZONDO
RAÚL GRACIA GUZMÁN

Representantes del Partido Acción Nacional ante la Comisión Estatal Electoral